Red Corvette

Rezando en la infinita blancura de turbio vida escrita,
sometido al desesperado púlpito del silencio a gritos
donde la asfixia de los cosmos encuentra nido para la personal histeria colectiva.
Tiñen de azul recuerdo melancolía tactos
sobre piel cálida ahora fría, futuras voces difusas sobre la negra-gris blancura.

Aguas violan plenitudes vastas,
contrapuestas al río coral sumergido,
subterráneo canto de primigenio blanco pecado -mentira.

Corriente alterna en caricia catársica sobre el espinazo,
contracciones contrariadas del parto del alma,
de cuerpo quebrado hija madre sierva,
hábitat de galaxias perennes de muertes-vivas y aroma a tierra.
Lluvia sobre un Corvett rojo hacia ningún lugar de todas partes,
suspensión de lutos plañideros sobre la tumba de la realidad perdida,
barco de guerra hundido aun a flote sobre balsas de antiguos cuerpos y recuerdos gaseosos de lo etéreo
en pos de un blanco amanecer de guitarras causticas
y gargantas lisérgicas sobre un desesperado vinilo roto.
Pasaporte de despedida a tierras parcas,
viejos úteros del caos mimético pervertido en rojos contrastes sobre promesas nocturnas en carne viva,
Sudores tristes en ulceroso papel blanco hueso.
Tus sin Yos,
de lomos cansados y agotados ojos cargados de espaldas espirales constrictoras de la evanescencia tempórica,
esperas pétreas dueñas de un perpetuo continuo al abismo blanco asfalto.
Yos sin Tus,
en afanosa alabanza a Dioses de paja y saliva,
sol naciente sobre purulenta herida empeñada en curar
con blanco tinta de azul desgarro en rojo olvido los tintes dejados por derrumbes y batallas perdidas
en amargura disueltas.

100

En ese momento de su vida las máximas de su conducta habían quedado ya anticuadas. No le quedaba tiempo para crear otras nuevas y tampoco podía, por ello, plantearse nuevos retos. En su mente rondaba incansable la misma voz que esta historia os narra repitiendo sin cesar estas palabras:

-Cuenta cada una de las letras de este canto y cuando hayan formado cien vocablos el telón ya se habrá cerrado.

El anciano no temía el juicio que le esperaba al otro lado porque su consciencia, tranquila y aletargada, sabía que había consumido cada palabra y que todas estaban ya plasmadas. tumblr_n70p20evpC1qfimcoo1_1280

Alguien llama.

Ding!
Llaman a la puerta.
Ding Ding!
Vuelven a llamar.
Ding Ding Ding!
Debe de ser importante.
Din…
¿Quién es?

Y entonces te responde. Y el pelo se te eriza. Tiemblas. Cómo es posible qué…? Y preguntas…

Tu?
Y te responden…
No, tú.
Yo?
No, no. Tú.

Y entonces te preguntas. Y el pelo se te eriza. Tiemblas. Quién…? Pero ya es demasiado tarde. Y afirmas…

Yo.
Y te responden…
Si, tú.

 Robert Doisneau The Doorbell, 1934


Robert Doisneau, «The Doorbell» , 1934