Una carta entre raíles. (Sobre…)

(Escrito a lo largo de la mañana del viernes, 14 de Junio.)

Estoy en el andén, esperando mientras pienso en ti.
He tenido que correr igual que ayer para poder coger este tren y llegar pronto al trabajo. Hemos estado aprendiendo a tramitar seguros… No esta mal. Es mejor que acosar viejas con alguna venta estúpida puerta a puerta. Tengo el azúcar por los suelos. Esto de salir disparado después de desayunar no me sienta bien. Voy a dejar que un cigarro me abrase los pulmones en lo que llega el tren.

Hace un día precioso. Las señoras parlotean, los jóvenes wassappean ( Que asco de palabro…) y los cultillos posturean con sus e-books en el tren. Y yo aquí, escuchando Rock Fm mientras trato de escribirte un mensaje. Pero soy estúpido… No sé como decirte que te echo de menos y me cuesta horrores hacer que esas palabras  no suenen con un lamento desde aquí, desde la pantalla rallada de este Samsung madurito y resultón. Tiene una cicatriz en el cristal, arañazos en la espalda y marcas de dedos sobre su piel. No es ni muy viejo ni muy joven. Solo esta ahí. Sirve para lo que lo uso y, de cuando en cuando, se conecta a internet para ver las noticias o para hablar con gente, esa gente a la que no suelo ver por la distancia, el tiempo o el estúpido abismo de silencio que separa dos pantallas. Porque sí. No se si mandar esto, es absurdo. Mi móvil es un tipo duro y el reflejo de mi rostro en su pantalla me dice que no lloriquee, que sea un hombre y que no cuente películas sobre lo mucho que me gustaría tenerte aquí. Tal vez sea lo que haga.  Este tipo en el que me reflejo se parece mucho a mi y, aunque no quiera reconocerlo, se que le gustaría seguirme el rollo y ponerse romántico. Parece que él también echa de menos a tu Samsung, con su carcasa roja y su pantalla alargada. Seguro que echa de menos las noches en que se acurrucaban en mi mesita de noche mientras la energía del cargador alimentaban su interior. No voy a escribir más. Tal vez borre esto, quien sabe. Suena Come on Feel the Noise de Quiet Riot. Me encanta esta mierda. Estoy bailando y gritando por dentro mientras las almas de mi alrededor se hunden en lo mundano. Voy a sacar un libro. Uno de verdad. A pelo, como el buen sexo.Que se junten nuestras pieles mientras  dejamos escapar el tiempo. Al final me estoy leyendo Fausto, esa vieja edición catedrática que tenía por mi cuarto. Buena mierda, como decían los drogadictos de  mi barrio. Ahora la señora de mi lado se pregunta que leo. Me gustaría decirle que no es pornografía geriátrica de machotes sadomasoquistas ni ningun best seller de mierda, que es un libro de verdad. Bah, da igual. Esa pobre señora ya tendrá bastante con sus hijos, sus nietos y con los recortes del gobierno. En nada la veré en el subsuelo…

Chamartin y yo sigo pensando en ti. Ni el diablo puede sacarme de este ensueño. Dan las nueve y poco. En nada  estaré en la Castellana esquivando trajes e hipocresía. Llevo camisa y estoy repeinado pero mis vaqueros, mis zapatillas, mi cigarro liado, mis ojos vivos y mi atractivo estrafalario me delatan. Saben que no soy uno de ellos. Que no tengo chaqueta, BMW, Smartphone, zapatos caros, ni carteras llenas de números y almas con los que jugar a ser Dios (O al menos un profetilla pagano de las finanzas.).Voy a cruzar la calle hacia la sombra. El azúcar y mi cuenta bancaria me están matando.  Antes he encontrado una pelusa en mi cartera mientras compraba una Coca-cola por si el azúcar se me va de las manos en el trabajo. Parece que mis ingresos van aumentando… Voy por la sombra. Aquí no hay empresarios.
Me encanta la radio.
Es algo así como la vida de un viajero. No para más de lo necesario para tomar un descanso y repite solo en aquellos sitios que ama o que ha olvidado. No te da tiempo a odiar nada pero si a amarlo desde un vago recuerdo en la distancia. Eso no pasa con los Mp3 y los Ipod. Tanta música almacenada solo invita a despreciar aquello de lo que disfrutamos por tenerlo día tras día tras nuestros pasos. Van dos días sin ti y no me gusta amarte desde la distancia.
Yo soy de los 90, de carne, whisky, cabinas y radio.

Salgo del trabajo.
Un puñado de horas aprendiendo a manejar cuentas y a tratar a los asegurados. No hablaré de esto muy alto.  Algún jefe puede salir de cualquier lado y escucharme escribir lo que pienso de este oficio satánico.  Les caigo bien. A los jefazos y a mis compañeros. Yo sonrío aunque estoy muerto por dentro y quiero estar a tu lado. He echo un amigo, un aliado. Ya te hablare de ella. Es roja, negra, fuma y piensa rápido.
Me encantan las sonrisas de los que dirigen el cotarro. Te felicitan con el brillo mortecino  de sus cuencas vacías por ser un excelente colaborador y saber poner la lengua de la forma correcta en el culo adecuado. Yo sonrío. Sonrío y pienso, «Esto lo aprendí en Bachillerato.». Guardo esto. Te envío un mensaje. Sueno desesperado. El reflejo en la pantalla del viejo Samsung está cabizbajo. No ha podido sostener su pose de macho. Los cretinos de los trajes me miran. Algunos. Ahora hablaran con algún cretino de Frankfurt, comerán en algún local de yupis con encanto, pondrán sus nalgas de lino sobre la piel muerta de una vaca – Muerta también.- , escucharán el rugir de un doce cilindros en V con una potencia de 324 caballos y correrán a sus chalet llenos de arte rancio, a cagar shushi y a liberar su dinero de plástico en la cuenta de alguna feladora experimentada de culo prieto, chocho rosado y pelo lacio.
¡ Que os la chupen bien, hijos de puta adinerados!
Cuando la desgracia del final llame a vuestra puerta os encontrara en vuestros tronos con los pantalones bajados. A mí… A mí me cogerá feliz, tal vez enamorado, y, si no, borracho.

Me voy a sumergir en la radio.
Me ha llegado un mensaje. Espero que seas tu diciéndome que me quieres. Me muero por mirarlo pero quiero dejar la intriga para cuando pase esto por el teclado. Ya lo leeré cuando llegue a casa. Ahora voy a ver como demonios se la juega el diablo a Fausto. Rock Fm en el casco izquierdo, ese que ha sobrevivido a mí y mis circunstancias. Creo que no te mandaré esto. Al menos no te llegará de un modo ordinario. Mil ciento y pico palabras (Cuéntalas ahora.) son muchos mensajes de texto.

Me despido pero no como siempre, esta vez de un modo extraño.
Con unos versos.
Como los hombres de monóculo y bastón de antaño.

Amor, baile de las almas
Arte en la danza de dos seres,
atormentados
que curan sus heridas
con armonías
pasos
ritmos
y cantos
Ya lo dijo un sabio
el tiempo es breve
y el arte es largo

Desde este asiento que se abalanza hacia el futuro sobre dos raíles desesperados,
sátiro, fugaz, apasionado y tuyo,

Alex M.

P.D.: Disculpa las faltas, los errores  en la construcción, algún que otro tiempo verbal malsonante y demás fallos en el texto que pondrían los pelos  de  punta a los viejunos de la RAE. Recuerda lo que dijo Hemingway, «write drunk, edit sober.».